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EL FUTBOL, UN PUENTE ENTRE BUENOS AIRES Y ARGEL

Hoy que el mundo tiene los ojos puestos en el norte de África, se entrecruzan las diferentes imágenes estereotípicas que tenemos de su cultura, tan lejana en tiempo y espacio. Habiendo caminado sus calles, mercados e inmensos desiertos, es oportuno recordar que, no tan en el fondo, amamos la misma pelota. El fútbol se respira por todo el Magreb y, entre la arena y el olor a especias, por unos momentos, nos sentimos en casa. Aunque claro, hay diferencias. Argelia poco tiene que ver con la Argentina, salvo las primeras tres letras de su nombre. Pero tienen algo en común a tantos kilómetros de distancia. Ese algo, como no podía ser de otra manera, es la pasión por el fútbol, el deporte que no hace caso a fronteras, religiones, ideología política o color de piel.

Minutos después de dejar el Aeropuerto Internacional Houari Boumedienne, recibimos la bendición de un taxista local. “Argelia ama a Maradona”, nos afirma y con esas palabras el hombre nos quiere decir que nos sintamos en casa, mientras, desde la autopista, comenzamos a divisar el imponente paisaje de Argel la Blanca, ciudad portuaria y algo abandonada, digna de una novela de Paul Bowles.

Que el apellido de Diego sea la palabra clave para empezar una conversación casual no es novedad. De hecho, un oficial de policía se nos queda charlando unos cuarenta y cinco minutos solo por haberle mencionado nuestro país de procedencia.

A simple vista, no parece que en Argel vaya a haber una final de Copa, simplemente porque en las calles no hay indicios de ello, a comparación de lo que suele suceder en una capital europea donde la publicidad indiscreta todo lo invade. La ebullición típica de la vida árabe continua como si nada estuviera por ocurrir. Sin embargo no tardamos en descubrir que sólo falta entablar una charla casual con cualquier comerciante para detectar que el único tema de conversación es el partido que está por disputarse. Como una epifanía nos damos cuenta que la pasión no está en los anuncios que venden productos varios, aun desde las camisetas de los jugadores, sino que late en el corazón de la gente. Que no abunden las marcas ni los afiches ni las promotoras ni los fan fest, no quiere decir que no haya pasión por el fútbol.

Basta con preguntar cómo llegar al estadio para que un oficial corte la calle, pare un taxi y le dé las indicaciones pertinentes al conductor que con una sonrisa nos deja justo frente del Olímpico 5 de Julio, donde otras 40 mil personas que ingresaron gratuitamente aguardan por el match entre el E.S. Sétif y el C. A. Batna. Sí, leyeron bien, la entrada a la final de la copa local es libre y gratuita, una interpretación diferente del “fútbol para todos”. Aunque “todos”, curiosamente para cualquier argentino, sean sólo hombres. Las costumbres locales impiden que las “Raulitos”, componente infaltable del paisaje futbolero criollo, vayan a la cancha.

Como lo marca la tradición musulmana, y una alta dosis de machismo, las mujeres están dedicadas exclusivamente a lo que pasa en el hogar, mientras que los hombres son los que tienen los mayores beneficios de las actividades fuera de casa. A los señores se los puede ver jugando al ajedrez en una esquina, tomando un té o fumando un narguile en algún café. Por ende, el fútbol también es exclusivo para hombres. Con una vuelta por las calles de Argel, si se presta atención, se verá que a las mujeres se las puede contar con los dedos de una mano, en especial los viernes, día sagrado para quienes tienen esta creencia.

El partido está por comenzar y las inmediaciones están desiertas, por lo que corremos para no perdernos nada. Es raro que no nos cacheen, que no nos exijan una entrada. Simplemente pasamos los molinetes y sin que nadie nos indique donde ubicarnos nos quedamos, como buenos extranjeros que no conocen la dinámica local, cerca de la policía. Una vez dentro del imponente estadio, la misión consiste en interiorizarse un poco más acerca de los pretendientes al título. Uno de los uniformados, que esta tarde con un ojo velan por la seguridad de los presentes y con el otro siguen el partido en detalle, nos aporta valiosísimos datos: la máxima figura del Sétif es su número 10, Hadj Aissa, talentoso enganche cuyo look es una mezcla entre Andrés D’Alessandro y Chipi Barijho. No corre mucho y su andar es pachorriento, pero de sus pies salen los principales ataques del equipo que luce idéntica indumentaria que el Corinthians de Brasil.

El estadio está lleno de policía militar, guardia civil y otras dependencias, porque en la cancha se encuentra el presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, a quien una gran cantidad de uniformados le ofrenda constantes coreografías con banderas multicolores. Este viejo guerrero del Frente de Liberación Nacional que estuvo entre quienes lograron que el país se independizara de Francia el 5 de julio de 1962, está en el poder desde hace 11 años y su presencia en el estadio no es un dato menor: es como tener a San Martín en la tribuna de un Boca-River.

Además de todo el protocolo necesario por la presencia del presidente, en este coliseo de la capital argelina abunda el color blanco que exhiben los hinchas del Sétif. Esta tarde, todos se pusieron de acuerdo para que nadie se olvidara de su camiseta. Son los más ruidosos y, en árabe, cantan alegres estrofas que serían poco adaptables al cancionero de la Bombonera o el Monumental. Ellos son quienes disfrutan del dominio de su equipo, mientras que a los pocos simpatizantes del Batná, ubicados en el rincón de una de las cabeceras, no se los escucha mucho, casi como si tuvieran el presentimiento de que les llenarían la canasta.

En el césped, el Sétif pulveriza a su rival y en las tribunas es imposible descifrar qué dicen las canciones de sus eufóricos fanáticos que festejan que su equipo esté cortando 21 años de sequía en esta competición.

El 3 a 0, producto de dos goles del temible Metref -ambos de cabeza- y uno de Soualah en contra, no deja ninguna duda acerca de la superioridad de los blancos sobre los de camiseta roja, cuyos hinchas desilusionados emprenden la retirada cuando todavía quedan unos veinte minutos para que el arbitro Haimoudi pite el final.

Sétif, ganador de cuatro Ligas y ahora de siete Copas de Argelia, festejó en una final poco marketinera, pero con la misma pasión que se vive en tantos rincones del planeta.

Por Alejandro Panfil

@APanfil

(Fotos: Sami K. y Mohamed Saad)